miércoles, 25 de abril de 2012

Javier Auyero: Cadenas que matan


Desequilibrios sociales - Bogotá 2011
Hoy P12 publica esta nota, acá, de Javier Auyero, gran cientista social, cuyo libro "La política de los pobres" es fundamental para entender -más allá de ciertos matices- la política en Argentina y para sacarse ciertos prejuicios con las estructuras de punteros e interacciones barriales. Enfatizamos lo del libro y también la nota! Salud!

Cadenas que matan. 

D. murió la semana pasada. Tenía 17 años. Se mató o lo mataron. Nadie sabe. Entró en la escuela donde enseña Flavia, la maestra de una escuela del conurbano, con la que colaboro en un proyecto de investigación desde hace algunos años. D. estaba desorientado, se cree bajo el efecto de alguna droga. En la escuela intentaron contenerlo. Llamaron al hospital para que envíe una ambulancia o un médico. Nadie vino. A la media hora, con claros síntomas de paranoia según quienes lo vieron, D. salió corriendo de la escuela; llevaba una gomera en mano con la que amenazaba a sus fantasmas. Después de una hora, el director de la escuela recibió la noticia de que D. había muerto. Se había ahogado en el riacho podrido y pantanoso que atraviesa el asentamiento lindero a la escuela. Dicen en el barrio que tuvo una pelea con unos vecinos, y que terminó en el río, estancado, y que no pudo salir. Lo velaron en su casa. Su muerte no se reportó en ningún diario. 

Durante los últimos dos años hemos realizado observaciones y hemos mantenido innumerables conversaciones y entrevistas con los habitantes de tres barrios aledaños a la escuela donde trabaja Flavia y donde fue D. desesperado a buscar ayuda. Inicialmente nuestros objetivos eran determinar los efectos que las grandes transformaciones del neoliberalismo tuvieron en la vida cotidiana de los territorios urbanos relegados y evaluar los efectos que los esfuerzos actuales por aliviar la pobreza y la desigualdad tienen sobre la vida cotidiana de los más destituidos. 

Junto a las carencias materiales (falta de ingresos suficientes para satisfacer las necesidades básicas) y de infraestructura (falta de pavimento, alumbrado, contaminación ambiental, ausencia de recolección de residuos, alcantarilla, etc.), una de las preocupaciones centrales en la vida cotidiana de los más desposeídos gira alrededor de los distintos tipos de violencia –delictiva, relacionada con el consumo de drogas, doméstica, policial, sexual– que hacen que sus vidas estén en riesgo permanente. En un comienzo pensamos que estos distintos tipos de violencia eran, como buena parte de las ciencias sociales aún sostiene, fenómenos discretos, separados, independientes unos de otros. Pero hechos como la muerte de D. demuestran que las violencias están imbrincadas unas con otras. En otras palabras, la muerte de D. revela la cadena de violencia que amenaza a quienes viven en lo más bajo del orden social y simbólico. 

Días antes de su muerte, asesinato o suicidio, los vecinos cuentan que D. fue violentamente agredido por la policía local. “Lo confundieron con un chorrito, lo metieron en el patrullero y lo cagaron a palos.” Nos lo cuentan con temor de las posibles represalias, y repiten, “si lo ven drogado, ¿por qué no lo llevan a la casa?”. 

Dicen que cuando D. salió de la escuela agredió a unos vecinos. Estos no llamaron a la policía (¿por qué han de hacerlo si, como nos han relatado innumerables veces, “la gorra siempre llega tarde, a levantar el cuerpo si hay un muerto o a coserte si te violaron”?), sino que tomaron la justicia en mano propia y castigaron a D. Nadie sabe y nadie quizás quiera saber si fueron ellos quienes lo arrojaron al riacho contaminado y letal. 

¿Murió D. por el efecto psicofarmacológico de las drogas a las que era adicto? ¿Lo comenzó a matar la policía días antes? ¿Lo asesinaron sus vecinos en un acto de retaliación? Este es un caso cerrado. Olvidado por todos, menos por sus familiares más íntimos, moradores de un conurbano bonaerense en donde muertes como las de D. parecen importar poco. 

* Departamento de Sociología, Universidad de Texas, Austin.

8 comentarios:

  1. es como la construcción (coincido, sí) cultural de la corrupción, en el caso (cazo) de la niñez, el píbe es una construcción cultural y psicológica (el que sonríe, al que se le hacen consquillas, el que juega), y el sistema muchas veces elige no sostener esa construcción, y hacer que un pibe sea solamente una bolsa de órganos y desidia. Nuevamente, somos responsables todos.

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  2. Coincidimos Juanita. Ahora, en ese todos, las cargas se distribuyen de manera diferente, porque no toda la sociedad está en espacios de poder, de castigo social o penal, por ende, aunque todos somos responsables, hay personas que cumplen una función especialmente crítica en estos procesos para que las cosas -en lugar de cambiar- sigan siendo así.
    Salut y sigamos,
    Lucas.

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  3. la gran pregunta en esos casos (después de un tema no menor, identificar claramente a los responsables) suele ser qué hacer con ellos: azotarlos, educarlos, brindarles nuevas oportunidades o comérselos en estofado. La dos y la cuatro suenan interesantes.

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  4. Bueno, opciones hay muchas. Primero, fijar procesos democráticos, abiertos y públicos para elegir personas más responsables con controles ciudadanos más fuertes. Ese me parece un buen comienzo. En el caso de la Policía es claro, participación ciudadana en las comisarías y cercanía policía y sociedad. No relación jerarárquica entre ellos, sino control civil de la policía.

    Salut! L.

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    1. Esa preclara habilidad para encontrar una solución (posible) habría que compartírsela a todos los tacheros de la ciudad, no sé, hacer una campaña con volantes, bombos y platillos, ¿por qué suelen ser tan reaccionarios? a veces nos supera la situación, pero es justamente el debate y el intercambio lo que nos salvan. Funcionar juntos hace que podamos funcionar juntos.
      Gracias!

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  5. Algunos tacheros pueden ser reaccionarios pero no todos ni la mayoría. Y la gran mayoría -en mi experiencia- están abiertos a diálogo por lo que es una cuestión no tanto de preclarar habilidades sino de paciencia y caridad interpretativa para el otro, sea taxista o contador, no importa qué sea, lo que hay que hacer es dialogar, siempre.
    Salut! L

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  6. Hablar de los pobres desde una cátedra en Austin, Texas, es facil...

    Fernando A. Tupa

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  7. Mmmmmmm, me parece que las falacias son más fáciles, en la paternal, austin, new york o parís. Y Auyero me parece que viene hablando hace tiempo de esto, che. Incluso desde acá. Fijate eso.
    Salut!
    L.

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