viernes, 6 de junio de 2014

¿Razones para defender la monarquía constitucional?


estos son mis principios monárquicos si no les gustan tengo otros capitalistas - Buenos Aires 2011
Con mucho respeto, no pudimos dejar de notar (gracias a Gustavo Arballo) con cierta sorpresa este artículo del diario ABC, acá, escrito por Ramón Pérez-Maura defendiendo con "cinco razones" a la monarquía como sistema constitucional.

Toda la semana nos resultó increíble observar, a través de las redes sociales, una defensa ferviente de la Monarquía y del Rey de España, al grito "virtual" en Facebook, Twitter, etc, de "Viva el Rey, viva la Ley y el orden", especialmente en contra de aquellos que se manifestaron en Madrid a favor de una reforma constitucional para salir de la Monarquía, reformarla, reconvertirla en República Democrática. Obviamente, que se respetan -en el disenso- las convicciones y a los clásicos defensores de la tradición española, pero nos sorprenden el fervor de esa defensa en contextos de las críticas globales a todas las monarquías y familias reales del mundo, con escándalos de corrupción y despilfarro del dinero público innegables.

Esta nota hace afirmaciones realmente increíbles sobre la "modernidad" y "calidad" de la Monarquía frente a otros posibles sistemas, en pleno Siglo XXI, no en el Siglo XVI. No decimos mucho más. Juzguen por sus propios y modernos ideales de igualdad y legitimidad democrática. Sigamos y salud!

Cinco razones por las que la monarquía es un sistema mejor
Por Ramón Pérez-Maura


1 La Monarquía representa la pluralidad de identidad y la constante renovación dentro de la continuidad

La democracia exige el cambio cíclico de gobernantes. Ningún partido puede estar permanentemente en el poder y la alternancia es un componente básico del sistema. Pero en ese mismo sistema, el Monarca puede y debe representar los valores de un país en el que ostenta la jefatura del Estado. Y al representarlos se convierte en un elemento de convergencia entre diferentes intereses de identidad política y étnica. Un Rey de España que ostenta títulos como Rey de Castilla, de León, de Aragón, de Navarra, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Córdoba, de Murcia, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de Conde de Barcelona y de Señor de Vizcaya, por hablar sólo de los territorios que hoy son españoles o aspiramos unánimemente a que lo sean, necesariamente es visto como una referencia incluso por quienes no necesariamente se sienten españoles.

2 La Monarquía es un sistema más moderno

La República es un sistema más natural; es decir, es más elemental, más retrasada. Toda la civilización es una resta a lo natural. Todo lo que es más natural es más inferior. El reparto comunal de los bienes es más natural que la propiedad. Toda la civilización —los Reyes, la propiedad, el contrato matrimonial— implica un elemento de modernidad y es complicación y artificialismo, sobrepuestos, como freno y límite, a esas naturalidades. Como son también añadiduras a lo natural la educación, los modales o la corbata. Y precisamente por la elaboración y decantación a través de los siglos que conlleva una Monarquía, hay que entender que no está en la mano de cualquier pueblo tener una Monarquía, pero sí lo está el tener una República. Una revolución se hace en 24 horas; una Monarquía resulta de la decantación de los siglos.

3 La Monarquía permite la independencia

El sucesor o Príncipe Heredero, igual que su padre o pariente el Rey, no puede ser utilizado por políticos, ya que debe su condición a la naturaleza; está designado desde que nace y la nación lo conoce como tal anulando luchas por el poder en la cúpula. En una época racionalista como la nuestra, puede parecer anacrónico el principio hereditario: se basa en la parte física del hombre que el racionalismo e idealismo desprecian y que nuestra sociedad cultiva sin medida.
Pero en realidad el cuerpo es tan humano como el espíritu, y la herencia es la única forma de designación de jefe de Estado que no es manipulable, lo que inviste al Rey de independencia, la condición más importante en su función. Lo que da un valor inigualable a la Monarquía es la herencia en la jefatura del Estado por la independencia de que le dota la condición hereditaria. Y la condición hereditaria ha de darse dentro de una familia. Es lo que el político y diplomático francés Charles Benoist resumió en la máxima «una dinastía, siempre la misma, en una Monarquía siempre renovada».
Como sostenía don José María Pemán en sus «Cartas a un escéptico en materia de formas de gobierno»: «Por mucho que se aguce el ingenio no se encontrará jamás ninguna forma de transmisión inmediata, sin intervalo ni solución de continuidad, comparable en claridad y rapidez a la transmisión familiar de padre a hijo. Por eso todos los fundamentos sociales que requieren características de continuidad y permanencia tienen histórica y científicamente carácter familiar; por eso “el padre” es la gran palabra sillar e inconmovible que aparece escondida en la raíz etimológica de todo cuanto designa algún sostén fundamental de la sociedad humana. A cosa de padre suena la patria, que es la nación; y el patrimonio, que es la propiedad, y el patriarca, que es la autoridad. A cosa de padre tiene que sonar también, si no en su nombre, en su realidad entrañable, la mejor forma de Gobierno», la Monarquía. Y para rematar su idea Pemán concluye: «La familia, que no el individuo, es secularmente el sujeto de la propiedad, de la preeminencia o del honor. ¿Qué tiene de extraño que sea también el sujeto del Gobierno?» Y fuera de la herencia, no hay otra salida que la elección, con sus condicionantes de dependencia, incluso servilismo y de busca de beneficio en el plazo de poder.

4 El peor Rey es mejor

La condición humana es impredecible. La historia de todas las monarquías que en el mundo hay o hubo ha generado buenos y malos Soberanos. Y con frecuencia no han sido los peores los que estaban en el trono en el momento de un cambio de régimen. Pero la Monarquía ha evolucionado con el concepto de soberanía nacional y hoy en día, en Occidente, forma parte de regímenes constitucionales. En un sistema constitucional —como, por ejemplo, el español— lapotestas de la que dispone un Rey está muy limitada.
Y un mal Rey tendría pocas posibilidades de hacer daño a la nación precisamente porque sus poderes están muy circunscritos. En cambio un buen Rey se va llenando de auctoritasgracias a su forma de reinar —de ninguna otra manera puede lograr esa autoridad—. En cambio un mal presidente de una república está constantemente actuando para conseguir dar continuidad a su labor; con frecuencia intenta desbordar sus competencias para justificar su presencia al frente del Estado y genera crisis como la que acabamos de vivir en uno de los países europeos más relevantes donde nos hemos enterado de quién era el presidente por su corrupción y su dimisión tras meses negándose a aceptar sus responsabilidades.

5 No es el sistema perfecto; es el mejor posible

Si es relativamente fácil diferenciar entre los políticos que piensan siempre en las próximas elecciones y los que piensan en las próximas generaciones cabe afirmar, a priori, que de natural, el político sometido a las urnas tiene que pensar en las próximas elecciones mientras que para el Príncipe es más fácil pensar siempre en las próximas generaciones. Porque el Rey es el diputado de todos: los que votan a unos, los que votan a otros y los que no votan. El hombre es capaz de entender los principios universales, y como consecuencia, a veces, piensa que existen en el mundo creado: grave error, pueden habitar su entendimiento, impulsar su voluntad, pero no son aplicables porque son entes de razón.
Le hacen buscar la perfección, mas se equivoca cuando ajusta normas a entelequias. La Monarquía hereditaria no es la pauta perfecta para el gobierno de la sociedad, es, nada más y nada menos, la mejor posible para el gobierno de unos seres limitados. Y la distinción entre límite y perfección es clara, pero se olvida a menudo. Recordemos el ejemplo clásico: el mulo no entiende un silogismo, pero no es por imperfección del silogismo, es por limitación del mulo, que es, sin embargo, un perfecto mulo sin saber la teoría del conocimiento.
Terminemos con un sentimiento. Irracional y, quizá por ello, muy cierto. Decía don José María Pemán en la obra citada: «Al lado del Carlos V de Tiziano, un presidente de República tiene un cierto aire de retorno, no diré que hacia el jefe de tribu, pero sí hacia el alcalde pedáneo o el juez de paz». Esa afirmación es de 1937. A muchos nos parece plenamente válida.-

3 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Entiendo las respuesta pero quizás vale la pena explorar algunas razones. Por ejemplo, el problema de los "títulos de nobleza" y las familias reales en contextos de igualdad cultural y legal. Para comenzar. De todas formas, al leer la nota, la argumentación genera razones contrarias de forma inmediata.

      Salud!

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    2. Claro, la monarquía es la mejor para un gobierno de limitados por la clara razon de que es el gobierno ideal que nos limita más! Somos seres limitados e imperfectos por ser humanos. Estamos en busca de crear espacios infinitos en nuestra finititud y el mejor gobierno para ellos es la república democrática. El periodista aparenta tener complejos de inferioridad al desear ser dominado y dirigido por un sistema político dirigido por una zarta de idiosincráticos retrasados socialmente. Todos tenemos el anhelo de vivir en una sociedad en la cual el representante de la misma sea expresión pura y justa de la nación.

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