jueves, 3 de abril de 2014

Conflicto social, protesta y derecho en El Dipló 178 de Abril


los derechos se defienden revolucionando el asfalto - Buenos Aires 2013 
Acaba de salir publicado El Dipló, el Le Monde Diplomatique versión local, en el que publicamos una nota sobre protesta social. La publicaremos por acá en breve. Por ahora, la que está disponible es la muy buena nota de Denis Merklen, del Instituto de Altos Estudios de América Latina de París, Université Sorbonne Nouvelle, París 3, acá. Obviamente hay muy buen material en el resto de la edición, el sumario completo, acá.

Seleccionamos y transcribimos estos párrafos de la extensa y muy buena nota de Merklen que nos parecieron lúcidos e interesantes sobre el tema.

"La sociedad argentina permanece dramáticamente dividida por una línea que separa sin ningún matiz de grises lo negro de lo blanco. Debe tomarse en cuenta toda la importancia que tiene la problemática del trabajo en negro. Más de un tercio de la población activa (33,5%), más de un argentino cada tres, trabaja en condiciones de ilegalidad; y esta proporción permanece estable, idéntica, inamovible pese a los diez años de crecimiento. De más está decir que el trabajo en negro pesa más sobre los más débiles y que se distribuye de modo desigual en el territorio (en muchos conurbanos de las grandes ciudades del país esa proporción llega al 40%). En ese sector de la economía los salarios son más bajos, la arbitrariedad patronal más alta, las protecciones sindicales más débiles y la cobertura social inexistente. En este tercio de Argentina reina el no-Derecho. Cuando el mercado funciona para todos, hay trabajo y el dinero abunda, las diferencias entre lo negro y lo blanco parecen amortiguarse por una gama de grises. Son los períodos en que la pobreza y el desempleo disminuyen.

Pero ya sabemos que el capitalismo es cíclico y que periódicamente la economía se retrae. El mercado de trabajo en negro funciona como un mercado sin regulaciones ni restricciones. Parece el perfecto reino de la oferta y la demanda. Es sorprendente, sin embargo, que en una sociedad democrática y bajo un gobierno de izquierda se confunda “trabajo” con “empleo”. El hecho de trabajar permite pasar de la inactividad al conchabo y, en un país como Argentina en el que no existe el seguro de desempleo, la diferencia es mayor. Tener trabajo significa pasar de ingreso cero a ganar algo, por poco que sea. Cuando en plena crisis el país sufría de 25 o 30% de desocupación, la reducción del desempleo a menos de 10% constituye un progreso incontestable.

¿Pero a qué ingresaron quienes pudieron volver a trabajar? Ingresaron a un mundo en el que el trabajo significa arbitrariedad, precariedad, ausencia de derechos, sin licencia por maternidad, jubilación ni vacaciones. Se olvida que cuando no está rodeado de protecciones sociales y fuertemente regulado, el trabajo no es fuente de integración social sino todo lo contrario. Para un tercio de los argentinos, el Estado social no existe, y entre tanto el tiempo pasa.

A esta forma mayor de no-Derecho se le suman otras muchas. Ilegalidad de la vivienda e ilegalidad de los papeles, principalmente, acompañadas de todas las formas de consumos “truchos” que ponen a los más débiles en contacto con todo tipo de bienes y servicios de mala calidad, desde medicamentos a bienes culturales pasando por los alimentos. En este mundo de ilegalismos la población necesita de la regulación pública como de la más elemental protección de una sociedad que cuando no la ejerce deja a los individuos a merced de todo tipo de rufianes y de especuladores. Sabemos ya de memoria por tanto tiempo de experiencia acumulada que se vive allí en un universo de irregularidades. Allí uno logra vivir e incluso acceder a ciertas formas de satisfacción eternamente postergadas. Pero no debe confundirse ello con el acceso a derechos por parte del ciudadano.

Este verano los cortes de luz vinieron a recordar una vez más la debilidad de las regulaciones públicas como antes lo hicieron cruelmente presente los accidentes ferroviarios. Pero esos momentos espectaculares en los que sufre una buena parte de la ciudad ocultan el hecho de que la exposición a la incertidumbre y a la irregularidad también está desigualmente repartida. Hay zonas enteras de las periferias urbanas y del territorio nacional en las que reina la arbitrariedad, lo que quiere decir que casi siempre gana el más fuerte. Y esto de modo cotidiano. Los más pobres no sólo sufren de la pobreza, sufren también severamente de la desprotección y de la inseguridad sociales. Colectivos destartalados que pasan de modo intermitente, agua que escasea o se corta junto con la luz, viviendas en estado lamentable, centros de salud saturados o inexistentes… La vida cotidiana está llena de pozos y los ciudadanos de las periferias carecen de un Estado al que apelar. 

Los tres gobiernos que se sucedieron desde 2003 dieron algunos pasos importantísimos para remediar este tipo de situaciones, como en el caso de las jubilaciones o en el de la Asignación Universal por Hijo. En otros casos parecen haber intentado algo y perdieron la batalla una y otra vez, como en las tentativas por domesticar a las policías y tratar de que ya no hagan un uso ilegítimo de la fuerza pública. Pero, ¿se piensa lo suficiente en cuánto tiempo hace que siempre los mismos sufren a la policía como una amenaza?".-

Salud!!

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