martes, 26 de febrero de 2013

Ronald Dworkin III: El liberalismo de la igualdad a su mejor luz


Salió hoy este breve texto que nos pidieran lxs amigxs de la PUCP en Lima sobre Dworkin donde escriben Gorki Gonzalez Mantilla, César Landa, Eliana Rosas A., Leonardo García J., se publica la traducción de la nota de Cass Sunstein y aporta algunas palabras este no-dworkiano respetuoso.

Les dejo mi texto que fue brevemente editado para la edición online de El Peruano, acá. Gracias por la invitación, un real honor y saludos para las bellas costas atlánticas. Salud!


Dworkin, el liberalismo de la igualdad a su mejor luz. 

La obra de Dworkin fue la de un gran filósofo del derecho en contextos adversos, desafiantes, no sólo en el plano de la teoría sino principalmente, y con un alto compromiso moral y académico, en la arena de los debates políticos candentes de Estados Unidos y del mundo. Lo fue en sus críticas al originalismo conservador, justificando la desobediencia civil ante la Guerra de Vietnam, defendiendo las acciones afirmativas, argumentando públicamente a favor del aborto, la eutanasia y la protección de libertades básicas, contra la tortura, denunciando Guantánamo, los interrogatorios y los extremismos religiosos, siempre comprometido con una visión robusta de igualdad democrática en la comunidad política liberal. 

Destacó en Dworkin, su gran habilidad teórica y discursiva para, a su manera, intentar superar viejos debates de la filosofía del derecho, tanto analítica y continental, entre el derecho natural y el derecho positivo. Así bien lo señalan Marcelo Alegre y Roberto Gargarella: “Crítico del positivismo jurídico, Dworkin consideraba al derecho como un fenómeno que debía leerse a través de un prisma moral: resultaba imposible, para él, sostener un punto de vista neutral y aséptico. De modo consistente con dicho enfoque, Dworkin logró comprometer al derecho con las principales discusiones públicas de su tiempo. Sus posiciones fueron en todos los casos de una enorme riqueza y su elocuencia al exponerlas no admite paralelos”. 

Con los matices correspondientes, esto queda ampliamente demostrado si repasamos el listado de complejos y superpuestos debates en los que Dworkin participó, activa, lúcida pero también elegantemente. Su clásico debate con H.L.A Hart en torno a la discreción judicial fue un climax de las discusiones sobre Derecho y Moral. Posteriormente, durante la década de los ochenta, pero nunca cesará, se enfrentó a las ideas y decisiones políticas -criticando a diferentes Cortes Supremas conservadoras de Estados Unidos- de la escuela de la interpretación originalista de Robert Bork y del más famoso Juez Supremo italo-norteamericano Antonin Scalia. En el puntual plano de la filosofía política, Dworkin fue uno de los críticos claves de la Teoría de la Justicia de Rawls. Su impacto en el corpus teórico de lo que se conoce como liberalismo igualitario es decisivo, a la par de autores como su colega y amigo Thomas Nagel o uno de sus críticos más reconocidos Gerald Cohen. En temas centrales del Derecho Constitucional o de los Derechos Humanos, como Libertad de Expresión, Igualdad y Pornografía se enfrentó a Catharine MacKinnon -e indirectamente con gran parte del feminismo legal, tanto en su vertiente legal como radical. No obstante, se lo puede leer en veredas opuestas también con la Escuela del Análisis Económico del Derecho y con su principal autor en las últimas décadas del siglo XX, Richard Posner. Completa estos frentes y así la trilogía de los movimientos legales de alto impacto hacia fines del siglo pasado en Estados Unidos -pero con influencia global- sus polémicas silenciosas e indirectas con gran parte de los Critical Legal Studies (CLS o Estudios Críticos del Derecho) que solían señalar que la "lectura moral” de Dworkin, sus aspiraciones “imperiales” de integridad, sus respuestas correctas, eran una negación a la diversidad y principalmente una dificultad para reconocer a “la Política”, y sus concepciones ideológicas, en el propio Derecho. 

El puente entre Literatura y Derecho tuvo en Dworkin a un aliado clave, fundamental, magistral. La metáfora de la novela encadenada es una de las más atractivas para usar en cualquier curso de filosofía del derecho, y así tomar a la literatura como socio para expresar la búsqueda de coherencia, integridad y estabilidad en las decisiones de un Derecho que quiera tratar a todas/os “con igual consideración y respeto”. En torno a este punto sobresale un intercambio con Stanley Fish sobre la posibilidad de la empresa interpretativa e intergeneracional de los operadores del derecho.

Sin duda, que gran parte de su obra, merece ser discutida, profundizada y problematizada: la idea de respuestas correctas, su concepción de la democracia, los límites de los jueces como filósofos y su relación con la política democrática, al igual que con las posturas más constructivistas en filosofía suelen ser difícil. Sus discusiones con Habermas y los contrastes con Waldron lo grafican en contextos amistosos. 

Dworkin visitó Argentina, al menos, dos veces en etapas bien diferentes. Lo hizo junto a un grupo de filósofos -que incluía a Bernard Williams, Thomas Scanlon, Owen Fiss y Thomas Nagel- para presenciar el histórico Juicio a las Juntas en pleno gobierno de Alfonsín en 1985. Después de dos décadas, lo hizo para recibir el Doctorado Honoris Causa que le otorgó la Universidad de Buenos Aires en la Facultad de Derecho en el 2011. 

Entre los filósofos, un jurista. Entre los juristas, un filósofo. En muchas ocasiones, un solitario precursor en intensos debates políticos, señalará Habermas en su laudatio en ocasión de la entrega del premio Niklas Luhmann. Para la tradición que representa, para sus lectores y críticos: un Hércules a su mejor luz.

Lucas Arrimada es Profesor / Investigador en Derecho Constitucional y Filosofía del Derecho de la Universidad de Buenos Aires. --

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